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Cosas mías

se acerca la Navidad

se acerca la Navidad

Ya se acerca la Navidad. Lamentablemente, debo reconocer que soy de aquellas personas que no le tienen especial aprecio. Y eso me lleva a preguntarme por qué. La razón que se suele dar es aquella de que "no me gusta que me digan en qué época del año debo ser feliz"... pero no, eso no me parece una razón válida.

Imagino que lo que nos pasa es que nos alejamos tanto cada día más de lo cursi, de mostrar sentimientos en público, de lo que resulta supuestamente infantil, y demás imposiciones de esta extraña sociedad en que vivimos, que la Navidad pasa a ser algo que sólo se puede disfrutar en el hogar y con la familia, dado que fuera de ese núcleo esos días no suponen más que una estadística donde nos recuerdan cada año que los récords de ventas pueden dispararse sin mesura, haya o no escasez.

También es cierto que, desde que vuelve a haber niños en casa para Navidad, todos la hemos empezado a vivir de otro modo. Aún recuerdo con disgusto las primeras Navidades que pasaron después de saber que "los reyes son los padres". En mi casa tardamos en asumir tal cruda realidad, y creo que se debió a la ilusión que le pusieron cada año esos padres para que no nos diéramos cuenta de que la realidad sin sueños puede ser muy dura...

Así que, este año, he decidido prepararme para disfrutarlas. Disfrutar de las luces, de los colores, de las películas ñoñas y de todo lo que pueda devolverme la ilusión. Al fin y al cabo, si no nos empeñáramos en pensar que sólo es una época del año, e intentáramos llevar esos sentimientos a los 365 días, no sólo la disfrutaríamos más, sino que, además, seríamos más felices el resto del año.

Aún nos quedan días... aún tenemos tiempo para prepararnos a vivirla con intensidad.

hojas de otoño

hojas de otoño

He leído un libro en el que el protagonista reconoce su pasión por las hojas secas. Tiene una habitación repleta, y le gusta pasearse por encima de ellas. Y de vez en cuando recoge más para poder volver a sentir su crujido con toda la intensidad.

Y se me ocurrió que sería buena idea. Evidentemente yo no puedo tener una habitación dedicada al otoño, pero no deja por eso de ser una buena idea.

Las hojas de otoño me recuerdan a mi niñez. Recuerdo ir con mis hermanos por la calle e intentar ir pisándolas, cada paso debía ir sobre una de ellas, y el no alcanzarlas era una suerte de minifracaso... ¡qué tiempos aquellos!

Aún, cuando voy por la calle, tengo la tentación de perseguirlas. Pero enseguida vuelve la cordura a llamar a mi puerta y me recuerda qué pensaría la gente viéndome correr detrás de unas cuantas hojas en la calle... Por eso sería una buena idea tener una habitación repleta de hojas, porque las podría pisar cuando yo quisiera sin preocuparme por nada. Debe ser muy relajante ir paseando por ese crepitar de otoño.

Aunque... pensándolo mejor... si no están libres en la calle, jugando a evitar mis pisadas... ¿qué gracia tendría?

¡mesa para uno!

Hoy he tenido que comer sola. Me sucede muy pocas veces, y la verdad es que en esas ocasiones suelo recurrir a la comida rápida, ...hoy me he dado cuenta de por qué: comer sólo en un restaurante debe ser una de las cosas más deprimentes que se me ocurren.

Seguro que habrá alguno que me diga "pues a mí me gusta"... y yo lo respeto, por supuesto. Pero cuando yo como sola siempre pienso que los camareros se dirán: ¿y esa pobre chica no ha encontrado a nadie para comer? Sé que es una de esas tonterías que se nos ocurren a los inseguros, y que los camareros tienen mejores cosas en qué pensar, pero no dejo de sentirme como una isla en medio de ninguna parte.

Me doy cuenta de que sigo asociando la comida a un momento lúdico, de reunión, en el que, teniendo como excusa el avituallamiento, se charla, se ríe, se discute... Pero, de pronto, te encuentras tú, allí sólo, en medio de un restaurante lleno de gente. Pides tu comida, abres un libro, y te dispones a combinar el saciado de tu estómago con algo de lectura. Y te convences de que lo de comer es un puro trámite, que hay que hacer para subsistir, pero que no necesariamente tiene que ser algo lúdico... y miras a tu alrededor y sientes envidia de la gente que se ríe en otras mesas cercanas a la tuya. Y sientes casi la tentación de pedir un lugar en esa mesa de la esquina donde un grupo conversa animadamente...

con el lirio en la mano

con el lirio en la mano

Hace un par de días me timaron. El cómo no viene a cuento. La cuestión es que se llevaron 40€ y mi tranquilidad; de pronto me di cuenta de que ya no puedo estar tranquila ni en mi casa. Que cualquiera puede venir, contarme una historia, que yo me la crea, y estafarme del modo que le parezca oportuno.

Entonces, me acordé de una expresión que siempre me ha gustado, sobre esa típica gente que "de buena, tonta", a la que algunos definen diciendo "va con el lirio en la mano". Y así me vi... con el lirio en la mano, cual niña que va a la comunión, y que cree en los Reyes Magos, en el Ratoncito Pérez y en que en el mundo todo se arregla con una sonrisa.

Y lo peor de todo es que, incluso así, no aprendo. ¿Qué tiene mi cerebro que le impide pensar mal de la gente, desconfiar de los desconocidos (e incluso de algunos conocidos que también se lo merecen)?

Debe ser por eso que me gusta tanto esa flor, el lirio: porque no tiene dobleces. Porque no es como la rosa, que tiene espinas, ni como el clavel, que tiene tantas capas que nunca sabes cómo llegar al fondo, ni como las margaritas, que tanto "me quiere, no me quiere" se han vuelto indecisas y un poco calvas...

Vivir para vivir

Últimamente me ha dado por pensar en la muerte. No en la mía, ni en la de nadie. Sólo en el concepto: la desaparición, el final, lo inevitable.

En general es algo sobre lo que no se piensa. De hecho, la sociedad en la que vivimos ha conseguido apartarla de nuestra mente y nuestra cotidianeidad... nos alejamos de los cementerios, y la envolvemos de un celofán de inexpresión e indiferencia, como si con ello fuera a desaparecer... como si con eso olvidáramos que somos nosotros los que tendremos que desaparecer algún día.

Pero ella sigue ahí, imperturbable, definitiva. Y eso me llevó a pensar en las despedidas. Cuando nos despedimos de alguien nunca pensamos que sea definitivo. Aunque sea alguien a quien sabemos (por el motivo que sea) que no volveremos a ver, siempre queda un "hasta luego" que lo decora con la sensación de un posible reencuentro. Pero a menudo la gente se va... para no volver...

Es una lástima que, como decía, nuestra sociedad destierre ese concepto y esa sensación. Puede que, si la viviéramos más cercana, si pensáramos que cualquier día de estos puede ser el último, también nos ayudara a vivir de otro modo la vida. Porque, como dice Serrat: "Sólo vale la pena vivir para vivir".

despertar...

despertar...

Hace poco escuchaba en la radio que alguien ha hecho un estudio sobre el humor del que se levantan los españoles.

Eso me hizo pensar en mis propios despertares.

Hay días que parece que no quiera volver al mundo; que suena el despertador, una y otra vez, y yo hago como si no fuera conmigo, como si no hubiera nadie esperando, como si sólo existiera mi almohada, el sonido insoportable del despertador... y el sueño... Hasta que vuelvo a la realidad que abandoné por las sábanas.

En cambio, hay otros días (generalmente en los que no interviene el reloj, ni la rutina) en los que de pronto me despierto, sonrío, y recuerdo que esa mañana tengo que hacer algo. Puede que en ese momento no recuerde ni qué, pero algo, algo divertido, o emocionante, o cualquier otro tipo de plan. Algo que no entra dentro de la costumbre. Algo que se escapa al repetido sonido... esos son los buenos días.

hablar por escrito

Soy casi incapaz para hablar por teléfono.

No se me entienda mal: puedo hablar por teléfono cuando se trata de trabajo, o concertar una cita, o algo que no requiera demasiado interés. Incluso he conseguido alguna vez hablar durante muchos minutos cuando el tema ha sido interesante, algo que merezca la pena: una gran tristeza (mía o de mi interlocutor) que requería la urgente compañía de un amigo, una alegría que merecía ser contada rápidamente y sin dar mucho valor al medio de comunicación...

Pero considero que una conversación no radica sólo en las palabras, en la entonación y en la sintonía que éstas adopten. También radica en las miradas, las sonrisas, la música que unos y otros añaden a sus palabras y que, quizá, tengan acaso más valor que éstas mismas.

El teléfono deja fuera de escena tantas "palabras no-verbales" (permítaseme esta licencia) que debo reconocer (no si algo de pudor) que se me hace harto complicado hacer algo tan sencillo como hablar con alguien sin verle.

Quizá por mi relativa facilidad para decir las cosas por escrito, nunca me había dado cuenta de que Internet ha conseguido hacer fácil lo que, pareciera, tendría que ser lo más complicado después de hablar por teléfono: no sólo no escuchar la voz, sino no conocer nada del que habla al otro lado.

Es cierto que la red es capaz de hacer que dos personas desconocidas, ya vivan en dos continentes separados, ya vivan en una misma ciudad, puedan hablar como lo harían si se conocieran de toda la vida.

Pero también ha conseguido quitarle el que yo creo que es el valor máximo a una conversación, a saber, la unión de dos personas, no sólo a través de sus palabras, sino de las sonrisas, los gestos, la musicalidad. No sólo hablo del lenguaje no verbal, sino de todo aquello que va unido a una conversación y que, de pronto, me doy cuenta que es de lo que la estamos despojando cada día más.

fotógrafa nonata

fotógrafa nonata

Venía caminando, lentamente... e iba pensando en las instantáneas que da una ciudad. Siempre he pensado que sería buena cosa ir con una cámara y captar esos momentos que serían únicos por irrepetibles.

Pero después me doy cuenta de que, en mi caso, no es más que un sueño. Hoy he comprendido por qué:

Nunca me han gustado las fotos: que me hagan fotos. Después lamento no aparecer en ningún recuerdo de nadie, pero quedarme ahí, quieta, observada por el objetivo, esperando a que ese aparato tome el aliento vital que le damos... no sé... no soy capaz.

Pero tampoco sé ser fotógrafa: me voy de viaje y siempre vuelvo con la cámara medio vacía y, bajo el brazo, un libro del lugar visitado, donde se pueda recoger todo aquello que he visitado (¡e incluso lo que no!) con tal de no detenerme yo a hacerlas...

Hoy (nunca es tarde si la dicha es buena) me he dado cuenta de que la posición del que toma la foto también es difícil: debe estar ahí, fuera del tiempo y el espacio, observado por todo el mundo mientras capta ese halo de realidad que le es ofrecido. Para detener el mundo, primero tiene que detenerse él. Para observar es necesario prestarse a ser observado.

Y yo... bueno, me gusta llamar la atención, pero nunca, nunca, ser el centro... puede ser un problema de timidez. Lo que es seguro es que me convierte en una fotógrafa nonata...

absurdo

Mi cerebro es un lugar fértil para preguntas inertes y absurdas.

Yo quisiera crear cosas con sentido, poder escribir relatos o creaciones que le dieran al mundo un sentido... pero como el mundo no tiene sentido para mí, es imposible que de este cerebro nazcan historias con sentido.

Mi padre dice que eso se cura con la edad. No se cura tener preguntas (me dice), pero se cura el agobio que proporciona el no encontrarles respuesta. No sé. Puede que tenga razón. Pero yo sigo viendo el mundo como un lugar absurdo. Igual que lo veía hace diez años.

Un día leí a Albert Camús. Y me di cuenta de que lo que yo pensaba no era original, que otro (¡al menos otro!) había pensado lo mismo que yo. E incluso había sido capaz de plasmarlo con la belleza y profundidad que tienen las palabras de Camús...

Pero Camús me lleva ventaja. Además de la evidente (no escribo como él ni pienso a su altura), otra ventaja me supera, y es que parece que él supo conformarse con la respuesta del absurdo.

Todos los existencialistas se conformaron con algo: Unamuno, Sartre, Camús... todos encontraron un refugio para su búsqueda...

Puede que sea eso, la edad. Quizá cuando tenga más años y me queden menos, la vida (y la muerte) me sean más cercanas y no tenga, si no ya tantas preguntas, al menos tanta necesidad de respuestas.

Esperanza

Ayer, hablando con una amiga, me di cuenta de la diferencia entre la esperanza y las expectativas. Y de que son las expectativas las que nos destrozan.

La esperanza es un modo positivo de mirar hacia el futuro, es esperar cosas buenas, esperar que el porvenir sea lo que deseamos. Pero esa esperanza se trunca cuando le damos tintes de expectativa.

Ésta última es su pariente pobre. Es el deseo llevado a su máxima expresión de algo concreto sobre el futuro. Esperamos cosas concretas, amaneceres especiales y soñados con un color específico. Esperamos príncipes azules y cuentos de hadas... y la realidad nos sacude con toda su fuerza.

Así: desdeñemos las expectativas, que nada bueno auguran, no esperemos príncipes para encontrarnos ranas, ni palacios donde vivir para acabar en charcas. Esperemos. Sólo esperemos y tengamos esperanza, porque el futuro siempre llega y, si no esperamos nada concreto, seguro que no tendremos que luchar entre nuestra imaginación y la realidad cierta que nos encontremos.

amigos pasados y futuros

Hace unos días contaba que me había llamado un amigo de la facultad. Hoy he comido con él.  Se va a trabajar fuera del país durante un tiempo y quería despedirse.

Es curioso ver cómo cambian las cosas; Para mí, Juan fue siempre aquel modelo a seguir: ya podía yo sacar las mejores notas de mi vida, que allí estaba Juan para mejorarlas y hacerme sentir que siempre habría alguien más listo que yo. Y como mi nivel de exigencia siempre ha sido elevado, seguía intentando superarme, y lo conseguía, pero como su nivel de exigencia no tenía nada que envidiarle al mío, seguía (siempre seguirá) siendo más inteligente que yo. Y le tenía gran envidia porque, seguramente, cuando él tenía 15 años ya debía haber leído más de lo que yo leeré en toda mi vida. Y con un agravante: ¡él lo recuerda todo! Yo en cambio, alter ego de Funes el Memorioso, olvidé todo lo que aprendí y casi todo lo que viví antes de la semana pasada.

Con el tiempo las cosas han cambiado, él se dedica a lo suyo, y yo a nada de lo que pensé dedicarme en toda la vida (¡y eso que quise ser un montón de cosas cuando era pequeña!). Y nos hemos "vuelto a encontrar".

Esta vez, yo ya no estaba tan preocupada por ser más o menos lista. Y él sigue siendo el tipo más listo que conozco. Pero eso ya no tiene importancia.

Porque, aunque ha venido a despedirse, tengo la sensación de que he recuperado a un amigo.

Porque me ha recordado algo que él mismo me enseñó en la facultad, y es que la amistad está por encima de todo eso.

Porque me doy cuenta de que, a un tipo tan listo, no se le ha olvidado que tiene una amiga como yo en algún lugar, para poder compartir su inteligencia y mis neuras.

Pienso, luego estorbo. Forges

Pienso, luego estorbo. Forges

Hoy parece que estoy nostálgica... Pero es que estaba leyendo sobre la decisión de Esperanza Aguirre de dar opciones para evitar la asignatura de "Educación para la ciudadanía", y he recordado los últimos tiempos de la facultad, que estuvieron marcados en gran parte por las manifestaciones en contra de la Logse... y he recordado la viñeta de Forges que me tomo la libertad de mostrar aquí (¡si estoy incumpliendo alguna ley sobre los derechos de autor espero que alguien me lo diga sin multarme!!).

Corría Abril de 1996 (si no recuerdo mal), y lamento que hayan pasado diez años y aún sigan insistiendo algunos en intentar enseñar a los niños a no pensar.

cosas que hacen que la vida valga la pena

Hoy venía escuchando en la radio, en la Ventana de la Ser, a Manuel Cruz y Manuel Delgado, en un espacio que recomiendo que se llama "Pensar por pensar".

Andaban ellos reflexionando sobre el verano, y la necesidad que tenemos de que el verano sea todo lo que no podemos hacer el resto del año, que parece que sea esa época en la que uno se lo tiene que pasar bien (o de lo contrario se frustra todo el año hasta las siguientes vacaciones)... y, finalmente, pareciera que la conclusión era que lo mejor sería ser feliz todo el año, intentar disfrutar de las pequeñas cosas, y no dejarlo todo en manos de una época concreta.

Así que iba yo en esas, pensando en cómo disfrutar de mi vida antes incluso de que llegue "mi verano", y me ha llamado un amigo. Un tipo que conocí hace más de diez años y que no veo hace más de cinco... Pero alguien con quien pasé los mejores años de mi vida (los cuatro que pasé en la facultad).

Fueron tiempos de aprendizaje, pero también de ilusiones, de conocer cosas nuevas, de compartir... Era aquel tiempo en el que no me costaba levantarme por las mañanas, siempre con una ilusión renovada de disfrutar todos los momentos del día.

Supongo que cuando pasé a levantarme cada mañana casi exclusivamente para trabajar, quedándome sólo un trocito de jornada para ser yo misma y para desintoxicarme del mundo comercial y enajenado fue cuando perdí esa alegría matutina...

Quizá este verano, aunque estaba de acuerdo con eso de que la vida debe aprovecharse en todos sus momentos, quizá este verano recupere aquella ilusión por levantarme cada día, buscando hacer de mi día lo que yo quiera... dejando que el día haga de mí lo que desee: que creo que es donde reside la verdadera felicidad, sin agendas, sin agobios...

Como en aquella canción... "cosas que hacen que la vida valga la pena"...

Entre Nietzsche y Dios, me quedo con Nietzsche

Ayer vinieron un par de mormones a predicar a mi casa.

Cuando estaba en Badalona nunca abría la puerta, porque nunca venía nadie a verme... estaba demasiado lejos. Pero ahora, en Mataró, con la familia cerca, siempre pienso que pueden ser visitas.

Así que abrí confiada y me encontré con dos chicos encorbatados.

No recuerdo cómo empezó la conversación. Sí recuerdo que les dije que yo no creía en Dios. Así que uno, el "portavoz", me dijo que él al principio tampoco, pero que El libro del Mormón y la Biblia le habían ayudado a encontrar la fe.

Así que yo les dije que yo no quería encontrarla. Simplemente, no creo. Pero parece que tenía un día especialmente comunicativo, de modo que decidí explicarles los antecedentes. Les conté que mis padres son creyentes, y que ellos encuentran sus respuestas en Dios y en la Biblia, y que yo había ido muchos años a catequesis, pero que mis preguntas no se resolvían con Dios.

Y lo curioso de todo esto fue su respuesta, en forma de pregunta. Me preguntó si había sufrido algún acontecimiento traumático, algún suceso que me hubiera hecho perder la fe...

Me resultó chocante. ¡Me dio la sensación de que me estaba preguntando si me había dado un golpe en la cabeza!

Así que, viendo que a lo único que me iba a conducir la charla era a más charla, les acabé diciendo: "Sabes qué pasa, que entre Nietzsche y Dios, me quedo con Nietzsche."

Eso fue fulminante y definitivo. Se fueron sin apenas mediar dos palabras más.

Me hicieron recordar que, hace unos años, un conocido me decía que yo era poco menos que una minusválida moral porque Dios no me había tocado con su gracia para que tuviera fe... Y desde entonces me dan mucha rabia los que quieren convencerme de que debo creer... Cierto es que este tipo de gente (los que van casa por casa) son un extremo. Me recuerdan a los vendedores de una empresa de servicios.

Yo no hago ningún esfuerzo por convencer a nadie de que debería ser existencialista. Es mi camino, y dejo que cada uno escoja el suyo. ¿Por qué el de la fe es siempre tan exclusivista?

¡Suerte que tengo otros amigos que creen en Dios y que me dejan creer en lo que a mí me dé la gana!! ¡De otro modo empezaría a pensar que ese Dios es un tipo un poco impresentable por tener ese tipo de representantes y comerciales!

decisiones

decisiones

¿Qué pasa cuando echas de menos a alguien y no se lo puedes decir? ¿Qué pasa cuando ves pasar un futuro perfecto por delante de tus ojos y lo pierdes? ¿Qué podría pasar si intentaras que ese futuro fuera el presente y no funcionara?

La vida es complicada. Las decisiones hacen de la vida algo realmente complicado.

Aquel que dice que la vida no es complicada y somos nosotros quienes nos la complicamos está olvidando que las decisiones las tomamos nosotros, y esas decisiones hacen de nosotros una vida, feliz o no, una posibilidad única entre todas las que hubiera. Tenemos a cada paso una posibilidad que escoger, y cada una de ellas va formando una partida de ajedrez... esa partida es la única que tenemos hasta que matan al rey y dejamos de respirar...

¿Por qué nos cuesta tanto decidirnos? ¿Por qué a veces tenemos delante el camino que queremos seguir y escogemos otro? ¿Por qué el miedo nos puede llevar a alejarnos de aquello que queremos por encima de todo en esta vida? Cuando una mirada se encuentra con otra todo el mundo se para alrededor. Pero, aunque nos demos cuenta de eso, no hacemos nada y lo dejamos pasar... pero esos momentos no vuelven si nosotros los rechazamos... Las decisiones lo hacen todo, pero a menudo decidimos mal.

Hoy he escuchado: "A menudo, la felicidad está en las cosas que no planeas, en las que no ves venir". Puede que debamos dejarnos de decisiones, y dejemos que las cosas que nos pasan se adueñen de nuestra vida. Dejando que los acontecimientos que nos han cambiado sigan cambiándonos para que, con suerte, encontremos la felicidad al final del camino.

educación

educación

Últimamente he estado en conversaciones que rondaban el sistema educativo, y lo que parece que está siendo un fracaso en "educar" o "humanizar" a las generaciones del futuro...

Vaya por delante mi opinión: la escuela está para formar, no para educar, porque para esto ya está la familia. Pero también estoy algo de acuerdo con los que dicen que la familia cada vez se disfruta menos horas, y que los aparcamientos en los que se convierten a menudo los colegios no dan abasto para poder "domar" según qué fieras.

Sin embargo, esto último es la excusa que usan muchos para quitarse una responsabilidad: "Como no tenemos tiempo, que los eduque el colegio."... y se equivocan: un profesor, por bueno que sea, nunca conseguirá suplir a un padre y una madre, que nos enseñen por dónde tenemos que caminar en este terreno pantanoso que es la vida.

Y, por otro lado, siempre hubo padres y madres trabajadores, que no tuvieron demasiado tiempo pero el que tuvieron no lo escatimaron y no usaron la televisión como canguro perpetuo.

También me comentaban que en Francia se plantean dictar por ley que profesores y alumnos se traten de Usted. ¿Y creemos que eso arreglaría algo? Si no nos tenemos respeto, podemos insultarnos educadamente, pero seguirá siendo un insulto...

Y, por otro lado, yo que últimamente tomo decisiones que hacen de mi vida un desastre emocional, me sigo preguntando: Si yo, que creo que he tenido (¡y tengo!) unos padres que me enseñaron el buen camino, y en general una familia que me da su apoyo y su serenidad, y que consiguen que mis altibajos no acaben conmigo, sigo sintiéndome fatal a días alternos (combinando mi optimismo bien informado con mi depresión)... ¿Qué será del futuro de esos niños que ya ahora, con menos de 10 años, son unos tiranos que creen que tienen todos los derechos por haber nacido y que sus padres (ni la humanidad en general) no les pueden negar nada? ¿Esos niños que están acostumbrados a coger sin pedir, y a gritar cuando no se les escucha?....

Creo que el problema no es que llamen de Ud. a los profesores... ¡sólo que los respetaran (a ellos y al resto de los humanos) tendríamos bastante!!

más sencillo es mejor

más sencillo es mejor

Yo me río mucho. Quien me conozca lo sabe. Y además soy muy escandalosa cuando me río... y me gusta. Me gusta reírme y no cortarme a la hora de hacerlo.

Odio esa gente que conozco que cuando se van a reír están más pendientes de las arrugas que de su felicidad. Me parece un desperdicio.

El caso es que esta mañana hablaba de eso con un compañero de trabajo. Y os aseguro que es una cosa insólita que en el mundo laboral en que me muevo uno pueda hablar de eso... (Parece que la felicidad tampoco es un gran valor en mi empresa).

La cuestión es que él me decía que su mujer no suele reírse, y que a él le sabe mal porque ha visto muchas cosas malas en su vida (enfermedades, etc.) que le han demostrado que la vida está para vivirla lo mejor posible.

Aún andaba yo pensando en eso, cuando me han llamado para contarme que a una compañera le han diagnosticado un cáncer de linfoma... Y me he quedado petrificada.

Porque, a pesar de mis risas, a menudo me cuesta recordar que la vida es algo que debe disfrutarse al máximo. A mí me encantó la película (aunque fuera un poco ñoña) del Club de los Poetas Muertos porque era una especie de canto a la vida... y porque me recordaba aquello que yo suelo olvidar...

Lamentablemente, noticias como la de hoy me recuerdan con gran fuerza esa lección.

Por otro lado, estaba poniéndome al día con el blog diario de Juan Cruz y he leído algo que me ha gustado: le preguntaron "¿qué le enseñó la vida?" y él contestó: "He aprendido que más sencillo es mejor".

Me quedo con eso. Ojalá aprendiéramos a hacerlo todo más sencillo.

tres eran tres

tres eran tres

Tengo dos amigas. Con ellas soy un tres. Y me gusta.

Cuando estamos juntas, las veo reírse (en muchas ocasiones reírse de mí) y parecen tan llenas de vida que me da una cierta envidia.

Son dos personas (tan parecidas entre sí como diferentes de mí), a las que parece que les haya tocado vivir una especie de levedad. Veo en ellas una suerte de halo de ingravidez que las hace parecer a menudo que pertenecieran a otro mundo, un mundo en el que viven y que alguna vez abandonan para compartir éste con nosotros.

Y yo las conozco, y sé que sus vidas contienen tantas alegrías y desgracias como la mía, como las de los demás... pero también tienen esa ingenuidad del que sabe que tiene otro lugar, lejos de éste, donde refugiarse y volver a ser niñas.

Con el tiempo se han convertido en esa familia que uno escoge.

Y de algún modo, como el que pinta un graffiti en la pared, he sentido la necesidad de que constaran en algún sitio, tal y como yo las veo. Porque me alegro de que siempre, pase lo que pase, estén ahí.

"Cayuco en las costas de Tenerife" por Desiree Martín

"Cayuco en las costas de Tenerife" por Desiree Martín

Hoy hablaban en la radio de la foto del día. La de Desiree Martín.

Antes de ver la foto, ni de saber nada de ella, lo que más me ha impresionado es el modo que tiene de hablar. Transmite estar plenamente implicada con una labor, no tanto de fotógrafa, ni de periodista, sino, sobretodo, de mirada crítica sobre un problema de su tierra.

Tanto es así que he buscado la foto. Y es la que veis. No es la típica imagen que todos tenemos de la hambruna, y eso es lo que lo hace más tremendo, porque puede que no vengan a buscar acabar con el hambre, sino que vienen persiguiendo algo a lo que todos tenemos derecho (comentaba Desiree), que es a tener un reto, una aspiración... en definitiva, una vida.

Por otro lado, este tipo de fotógrafos suelen recibir críticas porque, supuestamente, se sientan a mirar la desgracia con un fin puramente "comercial"... (sólo hay que recordar el incidente con la foto que fue premio Pulitzer de Kevin Carter). Pero oyéndola se da uno cuenta de que si no estuvieran ellos para enseñárnoslo (dado que "lo que no sale en las noticias no existe"), si no fuera porque nos hacen de prismático para ver lo que está lejos, no lo veríamos nunca.

Eso me ha hecho pensar dos cosas:

Que es triste que aquello que algunos vienen a buscar (y no dudan en jugarse la vida para conseguirlo), es lo que nosotros tenemos a diario y que, en el mejor de los casos, ni siquiera valoramos.

Y, por otro lado, que ella hace lo que puede en su entorno, que es buscar la fotografía que mejor pueda trasladar una situación terrible que pasa en las costas de su tierra. Pero quizá nosotros no deberíamos ir tan lejos y, si nos esforzáramos por hacer (cada uno de nosotros) algo bueno por los que tenemos al lado... sí, como aquella película, Cadena de favores. O como aquella anécdota de los que leíamos a "Zipi y Zape" de la buena acción del mes...

Ojalá un día nos pongamos todos de acuerdo, hagamos algo bueno por el prójimo, y todo esto cambie de una vez.

Sant Jordi

Sant Jordi

Estaba por decir que no me gustan las celebraciones comerciales... pero me acabo de dar cuenta, repasando un poco algunas, que lo que realmente me disgusta es ¡que el comercio se adueñe de las celebraciones!

Es verdad, lo asumo, estamos en la sociedad del consumo, y lo que no se compra ni se vende parece que no tenga valor.

Y también soy consciente de que un día como hoy, por muy comercial que sea, le da un valor añadido a los libros, y esa es una aventura por la que apostaré siempre.

Pero me duele pensar en todo el dinero que estamos invirtiendo en este tipo de cosas... aunque, por otro lado (no seamos tan catastrofistas!), recibir o regalar una rosa (no digamos ya un libro) da cierta ilusión que seguramente no se puede pagar con el precio de lo que valen.

Por lo tanto, hoy intento reconciliarme con este tipo de celebraciones... aunque sea sola, sin rosa, sin libro... y ¡sin capullo!