Amar la vida más que a su sentido.
Recientemente he acabado de leer Historia del tiempo, de Stephen W. Hawking. Lo empecé buscando respuesta a mis preguntas. Creo que pensé que alguien tan inteligente tendría respuesta para todas las preguntas que me asaltan a diario...
Sin embargo, me encuentro que Hawking lo único que ha provocado en mi cabeza son más preguntas: los físicos tienen soluciones para entender las leyes que gobiernan lo que conocemos, pero creo que no tienen más idea que nosotros de entender lo que no conocemos. Imagino que por eso no está reñido ser físico con ser creyente: siempre dejan un lugar para un creador, ya que el mundo ha tenido que tener un principio, sea cual fuere.
Y, para rematar, este fin de semana vi una película tan interesante como dura. Se titula Amar la vida. Es del director Mike Nichols, y como casi única protagonista tiene a Emma Thompson. Trata de una profesora de literatura inglesa cuya manera de enfrentarse a la vida es absolutamente racional... hasta que le detectan un cáncer terminal.
De pronto, todos los acercamientos racionales a esto que vivimos no tienen ningún sentido. Imagino que se hace las mismas preguntas que me hago yo... solo que con más premura, porque yo no sé cuánto tiempo me queda de vida, por lo que deduzco que podré vivir muchos más años, pero ella sabe que le quedan días, minutos, segundos... y tiene que enfrentarse, no ya a la vida, sino a la muerte.
Una vez inmersa en la película, pensé que me serviría para relativizar, para darme cuenta de que la vida se tiene que vivir y apostar por el "carpe díem"... pero aún no he encontrado la fórmula. Sólo escucho en mi interior aquello que ponía debajo de las tapas de mi niñez: "sigue buscando".
Así que me quedaré con la célebre frase de Dostoievski: "Amar la vida más que a su sentido".
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