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sísifo

Nos hemos trasladado

Nos hemos trasladado

Año nuevo, página nueva...

A partir de ahora, nos encontraréis en: sisifo-27.blogspot.com.

Allí os esperamos mi piedra y yo.

 Saludos,

                Sis.

 

se acerca la Navidad

se acerca la Navidad

Ya se acerca la Navidad. Lamentablemente, debo reconocer que soy de aquellas personas que no le tienen especial aprecio. Y eso me lleva a preguntarme por qué. La razón que se suele dar es aquella de que "no me gusta que me digan en qué época del año debo ser feliz"... pero no, eso no me parece una razón válida.

Imagino que lo que nos pasa es que nos alejamos tanto cada día más de lo cursi, de mostrar sentimientos en público, de lo que resulta supuestamente infantil, y demás imposiciones de esta extraña sociedad en que vivimos, que la Navidad pasa a ser algo que sólo se puede disfrutar en el hogar y con la familia, dado que fuera de ese núcleo esos días no suponen más que una estadística donde nos recuerdan cada año que los récords de ventas pueden dispararse sin mesura, haya o no escasez.

También es cierto que, desde que vuelve a haber niños en casa para Navidad, todos la hemos empezado a vivir de otro modo. Aún recuerdo con disgusto las primeras Navidades que pasaron después de saber que "los reyes son los padres". En mi casa tardamos en asumir tal cruda realidad, y creo que se debió a la ilusión que le pusieron cada año esos padres para que no nos diéramos cuenta de que la realidad sin sueños puede ser muy dura...

Así que, este año, he decidido prepararme para disfrutarlas. Disfrutar de las luces, de los colores, de las películas ñoñas y de todo lo que pueda devolverme la ilusión. Al fin y al cabo, si no nos empeñáramos en pensar que sólo es una época del año, e intentáramos llevar esos sentimientos a los 365 días, no sólo la disfrutaríamos más, sino que, además, seríamos más felices el resto del año.

Aún nos quedan días... aún tenemos tiempo para prepararnos a vivirla con intensidad.

Balada de otoño - JM Serrat

Escribiendo el post de antes he recordado una de las mejores canciones que conozco. Ahí va la letra... aunque es mucho mejor escucharla... También hay una versión en Italiano, cantada por Mina, que es impagable.

Llueve,

detrás de los cristales, llueve y llueve

sobre los chopos medio deshojados,

sobre los pardos tejados,

sobre los campos, llueve.

Pintaron de gris el cielo

y el suelo

se fue abrigando con hojas,

se fue vistiendo de otoño.

La tarde que se adormece

parece

un niño que el viento mece

con su balada en otoño.

Una balada en otoño,

un canto triste de melancolía,

que nace al morir el día.

Una balada en otoño,

a veces como un murmullo,

y a veces como un lamento

y a veces viento.

Llueve,

detrás de los cristales, llueve y llueve

sobre los chopos medio deshojados,

sobre los pardos tejados

sobre los campos, llueve.

Te podría contar

que esta quemándose mi último leño en el hogar,

que soy muy pobre hoy,

que por una sonrisa doy

todo lo que soy,

porque estoy solo

y tengo miedo.

Si tú fueras capaz

de ver los ojos tristes de una lámpara y hablar

con esa porcelana que descubrí ayer

y que por un momento se ha vuelto mujer.

Entonces, olvidando

mi mañana y tu pasado

volverías a mi lado.

Se va la tarde y me deja

la queja

que mañana será vieja

de una balada en otoño.

Llueve,

detrás de los cristales, llueve y llueve

sobre los chopos medio deshojados...

hojas de otoño

hojas de otoño

He leído un libro en el que el protagonista reconoce su pasión por las hojas secas. Tiene una habitación repleta, y le gusta pasearse por encima de ellas. Y de vez en cuando recoge más para poder volver a sentir su crujido con toda la intensidad.

Y se me ocurrió que sería buena idea. Evidentemente yo no puedo tener una habitación dedicada al otoño, pero no deja por eso de ser una buena idea.

Las hojas de otoño me recuerdan a mi niñez. Recuerdo ir con mis hermanos por la calle e intentar ir pisándolas, cada paso debía ir sobre una de ellas, y el no alcanzarlas era una suerte de minifracaso... ¡qué tiempos aquellos!

Aún, cuando voy por la calle, tengo la tentación de perseguirlas. Pero enseguida vuelve la cordura a llamar a mi puerta y me recuerda qué pensaría la gente viéndome correr detrás de unas cuantas hojas en la calle... Por eso sería una buena idea tener una habitación repleta de hojas, porque las podría pisar cuando yo quisiera sin preocuparme por nada. Debe ser muy relajante ir paseando por ese crepitar de otoño.

Aunque... pensándolo mejor... si no están libres en la calle, jugando a evitar mis pisadas... ¿qué gracia tendría?

¡mesa para uno!

Hoy he tenido que comer sola. Me sucede muy pocas veces, y la verdad es que en esas ocasiones suelo recurrir a la comida rápida, ...hoy me he dado cuenta de por qué: comer sólo en un restaurante debe ser una de las cosas más deprimentes que se me ocurren.

Seguro que habrá alguno que me diga "pues a mí me gusta"... y yo lo respeto, por supuesto. Pero cuando yo como sola siempre pienso que los camareros se dirán: ¿y esa pobre chica no ha encontrado a nadie para comer? Sé que es una de esas tonterías que se nos ocurren a los inseguros, y que los camareros tienen mejores cosas en qué pensar, pero no dejo de sentirme como una isla en medio de ninguna parte.

Me doy cuenta de que sigo asociando la comida a un momento lúdico, de reunión, en el que, teniendo como excusa el avituallamiento, se charla, se ríe, se discute... Pero, de pronto, te encuentras tú, allí sólo, en medio de un restaurante lleno de gente. Pides tu comida, abres un libro, y te dispones a combinar el saciado de tu estómago con algo de lectura. Y te convences de que lo de comer es un puro trámite, que hay que hacer para subsistir, pero que no necesariamente tiene que ser algo lúdico... y miras a tu alrededor y sientes envidia de la gente que se ríe en otras mesas cercanas a la tuya. Y sientes casi la tentación de pedir un lugar en esa mesa de la esquina donde un grupo conversa animadamente...

secretos

En la radio estuvieron contando hace unos días la historia de este blog: postsecret.blogspot.com

Es una lástima mi pésimo conocimiento del inglés, porque, realmente, valdría la pena poder entrar de vez en cuando y ver lo que explica.

Parece ser que su creador, Frank Warren, decidió plantear la duda de si un secreto contado a miles de personas sigue o no siendo un secreto si la persona que lo cuenta no se identifica.

Así que, miles de personas, le mandan postales (siguiendo el procedimiento que él establece) para contar sus secretos. Y resulta curioso oír las cosas que llegan a contar.

Claro, el mundo de los secretos da mucho que pensar... Porque dentro de esos secretos inconfesables, que uno se avergonzaría de reconocer, hay mucha gente que coincide. Quiero decir, hay secretos que podríamos llamar "universales", cosas que la gente siente o piensa, pero que cree que son absolutamente horribles, que nadie más en el mundo puede pensar una cosa semejante... y puede que si siguiéramos de cerca esta exposición de secretos pudiéramos hacer un estudio sobre lo parecidos que somos los seres humanos, incluso con culturas, religiones y países diferentes, no sólo en lo que confesamos, sino también en lo que ocultamos...

Ya lo dijo Éluard: "Hay otros mundos, pero están en éste".

una historia que llega al corazón

una historia que llega al corazón

Acabo de leerme un libro muy curioso: El niño con el pijama de rayas, de John Boyne. Lo más llamativo es que no te cuentan de qué va. En vez de la típica reseña, en la contraportada te encuentras una nota del editor que te dice que no se puede desvelar el contenido, y que entres sin saber a dónde.

Es un gran acierto. No sólo porque estoy segura de que les habrá hecho vender más ejemplares, sino porque el modo en que acometes la lectura de algo totalmente desconocido es muy diferente de cómo lo harías si tuvieras una idea previa.

Si, a menudo leemos libros que nos llegan sin saber cómo, y de los que no sabemos nada. Puede que empecemos libros sin conocer nada del autor ni del contenido, pero no son enigmáticos.

Este, en cambio, al ofrecerte el enigma como parte de su encanto, consigue atraparte de un modo diferente.

Además, como es una historia que cuenta un niño de 9 años (no desvelo nada, porque esto sí que lo cuenta el editor), uno se enfrenta a la historia como lo haría un niño: vas entrando, en un mundo desconocido, sin opiniones previas ni clichés preconcebidos.

No sé si es un gran libro. Pero sí que es cierto que a mí me ha gustado sobremanera.

Es un poco triste, eso sí (lo aviso porque a mí me pilló desprevenida y yo habría preferido saberlo de antemano). Pero es una historia que llega al corazón, y últimamente no es cosa sencilla de encontrar.

con el lirio en la mano

con el lirio en la mano

Hace un par de días me timaron. El cómo no viene a cuento. La cuestión es que se llevaron 40€ y mi tranquilidad; de pronto me di cuenta de que ya no puedo estar tranquila ni en mi casa. Que cualquiera puede venir, contarme una historia, que yo me la crea, y estafarme del modo que le parezca oportuno.

Entonces, me acordé de una expresión que siempre me ha gustado, sobre esa típica gente que "de buena, tonta", a la que algunos definen diciendo "va con el lirio en la mano". Y así me vi... con el lirio en la mano, cual niña que va a la comunión, y que cree en los Reyes Magos, en el Ratoncito Pérez y en que en el mundo todo se arregla con una sonrisa.

Y lo peor de todo es que, incluso así, no aprendo. ¿Qué tiene mi cerebro que le impide pensar mal de la gente, desconfiar de los desconocidos (e incluso de algunos conocidos que también se lo merecen)?

Debe ser por eso que me gusta tanto esa flor, el lirio: porque no tiene dobleces. Porque no es como la rosa, que tiene espinas, ni como el clavel, que tiene tantas capas que nunca sabes cómo llegar al fondo, ni como las margaritas, que tanto "me quiere, no me quiere" se han vuelto indecisas y un poco calvas...

Vivir para vivir

Últimamente me ha dado por pensar en la muerte. No en la mía, ni en la de nadie. Sólo en el concepto: la desaparición, el final, lo inevitable.

En general es algo sobre lo que no se piensa. De hecho, la sociedad en la que vivimos ha conseguido apartarla de nuestra mente y nuestra cotidianeidad... nos alejamos de los cementerios, y la envolvemos de un celofán de inexpresión e indiferencia, como si con ello fuera a desaparecer... como si con eso olvidáramos que somos nosotros los que tendremos que desaparecer algún día.

Pero ella sigue ahí, imperturbable, definitiva. Y eso me llevó a pensar en las despedidas. Cuando nos despedimos de alguien nunca pensamos que sea definitivo. Aunque sea alguien a quien sabemos (por el motivo que sea) que no volveremos a ver, siempre queda un "hasta luego" que lo decora con la sensación de un posible reencuentro. Pero a menudo la gente se va... para no volver...

Es una lástima que, como decía, nuestra sociedad destierre ese concepto y esa sensación. Puede que, si la viviéramos más cercana, si pensáramos que cualquier día de estos puede ser el último, también nos ayudara a vivir de otro modo la vida. Porque, como dice Serrat: "Sólo vale la pena vivir para vivir".

despertar...

despertar...

Hace poco escuchaba en la radio que alguien ha hecho un estudio sobre el humor del que se levantan los españoles.

Eso me hizo pensar en mis propios despertares.

Hay días que parece que no quiera volver al mundo; que suena el despertador, una y otra vez, y yo hago como si no fuera conmigo, como si no hubiera nadie esperando, como si sólo existiera mi almohada, el sonido insoportable del despertador... y el sueño... Hasta que vuelvo a la realidad que abandoné por las sábanas.

En cambio, hay otros días (generalmente en los que no interviene el reloj, ni la rutina) en los que de pronto me despierto, sonrío, y recuerdo que esa mañana tengo que hacer algo. Puede que en ese momento no recuerde ni qué, pero algo, algo divertido, o emocionante, o cualquier otro tipo de plan. Algo que no entra dentro de la costumbre. Algo que se escapa al repetido sonido... esos son los buenos días.

Carta abierta a Silvio Rodríguez

 Esta vez el tema debería ser "cosas de otros". Lo digo porque esto que os traigo no es mío: Es de mi hermana. Es una carta que ha escrito para el periódico. Y, a la espera de si se lo publican o no, he decidido que valía la pena que lo viera alguien. Aunque sólo sea los que entráis en mi blog (no tiene "audiencia" comparable con un periódico, pero es mi granito de arena)... porque a mí también me chirría que no se pueda ver a Silvio (precisamente a él) por una cuestión de economía domestica.

Te conozco hace muchos años. Perteneces a grandes y pequeños momentos de mi vida. Has puesto palabras a situaciones, pensamientos a los que no lograba nombrar, ... y ahora, ¿qué hago ahora contigo?

Leo en el diario que vienes de nuevo, tantos años después de la última vez que pude verte, en el Poble Espanyol de Barcelona, cuando, con un "ojalá pueda ser Cuba sí y Yanquis también", nos dejaste a todos en silencio, entregados, enamorados. Esta vez iba a ser diferente, no iba a estar yo sola: iba a compartir este concierto con mi marido y mis dos hijas, de 7 y 9, a quienes, de bebés, cantaba canciones tuyas cuando no podían dormir.

Entro hoy en la web para reservar las entradas y me enfrento a la realidad de las cifras. No puedo ir a verte.

No comprendo cómo se puede traer al Paraninfo de la Universidad el espíritu de Playa Girón, el sueño de serpientes, la canción en harapos, y a la vez, de alguna manera, prohibir la entrada a los que desean un Rabo de Nube, a los que buscan a su Unicornio, a los que alguna vez han cantado una Pequeña Serenata Diurna.

No voy a ser yo la que diga lo que tienen que ganar los demás, desde luego. No soy quién para juzgar y comparar, pero después de haber asistido a conciertos de otros Maestros que han pasado por aquí, desde Lluís Llach a Pablo Milanés, me duele en el alma tener que quedarme en la puerta.

hablar por escrito

Soy casi incapaz para hablar por teléfono.

No se me entienda mal: puedo hablar por teléfono cuando se trata de trabajo, o concertar una cita, o algo que no requiera demasiado interés. Incluso he conseguido alguna vez hablar durante muchos minutos cuando el tema ha sido interesante, algo que merezca la pena: una gran tristeza (mía o de mi interlocutor) que requería la urgente compañía de un amigo, una alegría que merecía ser contada rápidamente y sin dar mucho valor al medio de comunicación...

Pero considero que una conversación no radica sólo en las palabras, en la entonación y en la sintonía que éstas adopten. También radica en las miradas, las sonrisas, la música que unos y otros añaden a sus palabras y que, quizá, tengan acaso más valor que éstas mismas.

El teléfono deja fuera de escena tantas "palabras no-verbales" (permítaseme esta licencia) que debo reconocer (no si algo de pudor) que se me hace harto complicado hacer algo tan sencillo como hablar con alguien sin verle.

Quizá por mi relativa facilidad para decir las cosas por escrito, nunca me había dado cuenta de que Internet ha conseguido hacer fácil lo que, pareciera, tendría que ser lo más complicado después de hablar por teléfono: no sólo no escuchar la voz, sino no conocer nada del que habla al otro lado.

Es cierto que la red es capaz de hacer que dos personas desconocidas, ya vivan en dos continentes separados, ya vivan en una misma ciudad, puedan hablar como lo harían si se conocieran de toda la vida.

Pero también ha conseguido quitarle el que yo creo que es el valor máximo a una conversación, a saber, la unión de dos personas, no sólo a través de sus palabras, sino de las sonrisas, los gestos, la musicalidad. No sólo hablo del lenguaje no verbal, sino de todo aquello que va unido a una conversación y que, de pronto, me doy cuenta que es de lo que la estamos despojando cada día más.

fotógrafa nonata

fotógrafa nonata

Venía caminando, lentamente... e iba pensando en las instantáneas que da una ciudad. Siempre he pensado que sería buena cosa ir con una cámara y captar esos momentos que serían únicos por irrepetibles.

Pero después me doy cuenta de que, en mi caso, no es más que un sueño. Hoy he comprendido por qué:

Nunca me han gustado las fotos: que me hagan fotos. Después lamento no aparecer en ningún recuerdo de nadie, pero quedarme ahí, quieta, observada por el objetivo, esperando a que ese aparato tome el aliento vital que le damos... no sé... no soy capaz.

Pero tampoco sé ser fotógrafa: me voy de viaje y siempre vuelvo con la cámara medio vacía y, bajo el brazo, un libro del lugar visitado, donde se pueda recoger todo aquello que he visitado (¡e incluso lo que no!) con tal de no detenerme yo a hacerlas...

Hoy (nunca es tarde si la dicha es buena) me he dado cuenta de que la posición del que toma la foto también es difícil: debe estar ahí, fuera del tiempo y el espacio, observado por todo el mundo mientras capta ese halo de realidad que le es ofrecido. Para detener el mundo, primero tiene que detenerse él. Para observar es necesario prestarse a ser observado.

Y yo... bueno, me gusta llamar la atención, pero nunca, nunca, ser el centro... puede ser un problema de timidez. Lo que es seguro es que me convierte en una fotógrafa nonata...

absurdo

Mi cerebro es un lugar fértil para preguntas inertes y absurdas.

Yo quisiera crear cosas con sentido, poder escribir relatos o creaciones que le dieran al mundo un sentido... pero como el mundo no tiene sentido para mí, es imposible que de este cerebro nazcan historias con sentido.

Mi padre dice que eso se cura con la edad. No se cura tener preguntas (me dice), pero se cura el agobio que proporciona el no encontrarles respuesta. No sé. Puede que tenga razón. Pero yo sigo viendo el mundo como un lugar absurdo. Igual que lo veía hace diez años.

Un día leí a Albert Camús. Y me di cuenta de que lo que yo pensaba no era original, que otro (¡al menos otro!) había pensado lo mismo que yo. E incluso había sido capaz de plasmarlo con la belleza y profundidad que tienen las palabras de Camús...

Pero Camús me lleva ventaja. Además de la evidente (no escribo como él ni pienso a su altura), otra ventaja me supera, y es que parece que él supo conformarse con la respuesta del absurdo.

Todos los existencialistas se conformaron con algo: Unamuno, Sartre, Camús... todos encontraron un refugio para su búsqueda...

Puede que sea eso, la edad. Quizá cuando tenga más años y me queden menos, la vida (y la muerte) me sean más cercanas y no tenga, si no ya tantas preguntas, al menos tanta necesidad de respuestas.

Estupidez humana. Humana sobra: Los únicos estúpidos son los hombres. J Renard

Y no le falta razón a Renard... ciertamente, cuantas más cosas nos preguntamos, más estúpidos somos...

Le damos valor a la inteligencia y ésta, ¿dónde nos lleva? De una pregunta a otra. De una miseria a otra...

Sí: imagino que la inteligencia de un montón de generaciones nos ha llevado hasta donde estamos. Pero, yo me pregunto: ¿Si hubiéramos sido todos más tontos, qué hubiera pasado? Quizá hubiéramos andado menos, pero seríamos más felices, ¿no?

Sigo diciendo cuando miro a mi gato, que puede que sea un ser irracional (y seguramente no tiene ni idea de lo que es la felicidad) pero que está claro que si tiene problemas sólo le duran un rato: Mientras tenga su balcón para mirar el ir y venir de las palomas y los coches tiene suficiente; eso y un lugar en mi sofá para dormir largas siestas...

Y vaya con eso mi reivindicación: ¡en la próxima vida quiero ser un gato inconsciente y mimado como el mío!

El séptimo sello

El séptimo sello

Hablando ayer de preguntas existenciales, podría haberme acordado de "El séptimo sello". Pero no. Me he acordado hoy con la noticia de la muerte de su director, Ingmar Bergman.

Esta es otra de esas obras maestras que consiguen inundarte de preguntas sin respuesta entre las que debatirse.

Es curioso porque nunca me preocupé por saber más de Bergman y hoy, leyendo parte de lo que han dicho de él, me he propuesto indagar más en sus preguntas y en sus caminos.

Es una película obscura, donde un personaje juega al ajedrez con la muerte. La imagen de por sí ya es sugerente... No hay mucho que explicar, porque lo que diga estropea todo aquello que cada cual pueda ver en ella....

Amar la vida más que a su sentido.

Amar la vida más que a su sentido.

Recientemente he acabado de leer Historia del tiempo, de Stephen W. Hawking. Lo empecé buscando respuesta a mis preguntas. Creo que pensé que alguien tan inteligente tendría respuesta para todas las preguntas que me asaltan a diario...

Sin embargo, me encuentro que Hawking lo único que ha provocado en mi cabeza son más preguntas: los físicos tienen soluciones para entender las leyes que gobiernan lo que conocemos, pero creo que no tienen más idea que nosotros de entender lo que no conocemos. Imagino que por eso no está reñido ser físico con ser creyente: siempre dejan un lugar para un creador, ya que el mundo ha tenido que tener un principio, sea cual fuere.

Y, para rematar, este fin de semana vi una película tan interesante como dura. Se titula Amar la vida. Es del director Mike Nichols, y como casi única protagonista tiene a Emma Thompson. Trata de una profesora de literatura inglesa cuya manera de enfrentarse a la vida es absolutamente racional... hasta que le detectan un cáncer terminal.

De pronto, todos los acercamientos racionales a esto que vivimos no tienen ningún sentido. Imagino que se hace las mismas preguntas que me hago yo... solo que con más premura, porque yo no sé cuánto tiempo me queda de vida, por lo que deduzco que podré vivir muchos más años, pero ella sabe que le quedan días, minutos, segundos... y tiene que enfrentarse, no ya a la vida, sino a la muerte.

Una vez inmersa en la película, pensé que me serviría para relativizar, para darme cuenta de que la vida se tiene que vivir y apostar por el "carpe díem"... pero aún no he encontrado la fórmula. Sólo escucho en mi interior aquello que ponía debajo de las tapas de mi niñez: "sigue buscando".

Así que me quedaré con la célebre frase de Dostoievski: "Amar la vida más que a su sentido".

Esperanza

Ayer, hablando con una amiga, me di cuenta de la diferencia entre la esperanza y las expectativas. Y de que son las expectativas las que nos destrozan.

La esperanza es un modo positivo de mirar hacia el futuro, es esperar cosas buenas, esperar que el porvenir sea lo que deseamos. Pero esa esperanza se trunca cuando le damos tintes de expectativa.

Ésta última es su pariente pobre. Es el deseo llevado a su máxima expresión de algo concreto sobre el futuro. Esperamos cosas concretas, amaneceres especiales y soñados con un color específico. Esperamos príncipes azules y cuentos de hadas... y la realidad nos sacude con toda su fuerza.

Así: desdeñemos las expectativas, que nada bueno auguran, no esperemos príncipes para encontrarnos ranas, ni palacios donde vivir para acabar en charcas. Esperemos. Sólo esperemos y tengamos esperanza, porque el futuro siempre llega y, si no esperamos nada concreto, seguro que no tendremos que luchar entre nuestra imaginación y la realidad cierta que nos encontremos.

amigos pasados y futuros

Hace unos días contaba que me había llamado un amigo de la facultad. Hoy he comido con él.  Se va a trabajar fuera del país durante un tiempo y quería despedirse.

Es curioso ver cómo cambian las cosas; Para mí, Juan fue siempre aquel modelo a seguir: ya podía yo sacar las mejores notas de mi vida, que allí estaba Juan para mejorarlas y hacerme sentir que siempre habría alguien más listo que yo. Y como mi nivel de exigencia siempre ha sido elevado, seguía intentando superarme, y lo conseguía, pero como su nivel de exigencia no tenía nada que envidiarle al mío, seguía (siempre seguirá) siendo más inteligente que yo. Y le tenía gran envidia porque, seguramente, cuando él tenía 15 años ya debía haber leído más de lo que yo leeré en toda mi vida. Y con un agravante: ¡él lo recuerda todo! Yo en cambio, alter ego de Funes el Memorioso, olvidé todo lo que aprendí y casi todo lo que viví antes de la semana pasada.

Con el tiempo las cosas han cambiado, él se dedica a lo suyo, y yo a nada de lo que pensé dedicarme en toda la vida (¡y eso que quise ser un montón de cosas cuando era pequeña!). Y nos hemos "vuelto a encontrar".

Esta vez, yo ya no estaba tan preocupada por ser más o menos lista. Y él sigue siendo el tipo más listo que conozco. Pero eso ya no tiene importancia.

Porque, aunque ha venido a despedirse, tengo la sensación de que he recuperado a un amigo.

Porque me ha recordado algo que él mismo me enseñó en la facultad, y es que la amistad está por encima de todo eso.

Porque me doy cuenta de que, a un tipo tan listo, no se le ha olvidado que tiene una amiga como yo en algún lugar, para poder compartir su inteligencia y mis neuras.

Pienso, luego estorbo. Forges

Pienso, luego estorbo. Forges

Hoy parece que estoy nostálgica... Pero es que estaba leyendo sobre la decisión de Esperanza Aguirre de dar opciones para evitar la asignatura de "Educación para la ciudadanía", y he recordado los últimos tiempos de la facultad, que estuvieron marcados en gran parte por las manifestaciones en contra de la Logse... y he recordado la viñeta de Forges que me tomo la libertad de mostrar aquí (¡si estoy incumpliendo alguna ley sobre los derechos de autor espero que alguien me lo diga sin multarme!!).

Corría Abril de 1996 (si no recuerdo mal), y lamento que hayan pasado diez años y aún sigan insistiendo algunos en intentar enseñar a los niños a no pensar.