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una historia que llega al corazón

una historia que llega al corazón

Acabo de leerme un libro muy curioso: El niño con el pijama de rayas, de John Boyne. Lo más llamativo es que no te cuentan de qué va. En vez de la típica reseña, en la contraportada te encuentras una nota del editor que te dice que no se puede desvelar el contenido, y que entres sin saber a dónde.

Es un gran acierto. No sólo porque estoy segura de que les habrá hecho vender más ejemplares, sino porque el modo en que acometes la lectura de algo totalmente desconocido es muy diferente de cómo lo harías si tuvieras una idea previa.

Si, a menudo leemos libros que nos llegan sin saber cómo, y de los que no sabemos nada. Puede que empecemos libros sin conocer nada del autor ni del contenido, pero no son enigmáticos.

Este, en cambio, al ofrecerte el enigma como parte de su encanto, consigue atraparte de un modo diferente.

Además, como es una historia que cuenta un niño de 9 años (no desvelo nada, porque esto sí que lo cuenta el editor), uno se enfrenta a la historia como lo haría un niño: vas entrando, en un mundo desconocido, sin opiniones previas ni clichés preconcebidos.

No sé si es un gran libro. Pero sí que es cierto que a mí me ha gustado sobremanera.

Es un poco triste, eso sí (lo aviso porque a mí me pilló desprevenida y yo habría preferido saberlo de antemano). Pero es una historia que llega al corazón, y últimamente no es cosa sencilla de encontrar.

La tregua

La tregua

Aunque yo viajara, aunque me fuera de aquí y tuviera oportunidad de sorprenderme con paisajes, monumentos, caminos, obras de arte, nada me fascinaría tanto como la Gente, como ver pasar a la Gente y escudriñar sus rostros, reconocer aquí y allá gestos de felicidad y de amargura, ver cómo se precipitan hacia sus destinos, en insaciada turbulencia, con espléndido apuro, y darme cuenta de cómo avanzan, inconscientes de su brevedad, de su insignificancia, de su vida sin reservas, sin sentirse jamás acorralados, sin admitir que están acorralados. La tregua. Mario Benedetti

Hace ya años que me leí ese libro. Pero se lo dejé a un amigo que me lo acaba de devolver (sí: ¡algunos tienen esa sana costumbre!) y he aprovechado para volver a leerlo.

Se trata de un diario que lleva a cabo cincuentón en el último año que le queda antes de jubilarse.

Relata sus últimas experiencias y, lo hace con tal viveza, que prácticamente consigue que lo vivamos con él.

Imagino que cualquier historia nos gusta más o menos en función de la cercanía que tenga con nosotros, con nuestra propia historia. Pero intuyo que hay algunas historias que son tan humanas que le llegan a uno en cualquier caso.

Poco a poco vamos entrando en la vida anodina de un personaje que, a pesar de no tener gran interés, nos atrapa. Posiblemente porque tiene el mismo interés que cualquiera de nosotros. Al fin y al cabo, todos somos personas que, hagamos lo que hagamos en nuestra vida, sentimos, padecemos y reímos casi por las mismas razones. Aunque a menudo queramos pensar que somos diferentes, únicos, especiales (y no digo que no sea cierto), también debemos recordar que somos ejemplares de una misma especie, de un mismo error genético que hizo que pensáramos, que nos reconozcamos en el espejo, que construyamos ciudades... pero, sobretodo, ¡que podamos compartir historias!. Historias como las que nos trae Benedetti, o como las que nosotros mismos podamos compartir con nuestros vecinos de vida.

Es un libro del que no recordaba cuánto me impactó, y que ahora ha vuelto a hacerlo al cabo de años. Me recuerda que la vida, cualquier vida, representa una historia digna de ser contada. Con sus sentimientos y con sus agonías, con sus tristezas y sus simples rutinas. Me recuerda que cualquiera de nosotros tiene una vida en la que caben grandes cosas, aunque seamos personas "insignificantes", que en el mejor de los casos dejarán tras de sí un recuerdo en las demás personas, o que en el peor de los casos desaparecerán sin dejar huella, sin que nadie les recuerde. En cualquier caso, gente que comparte a otra gente y que invade este planeta que consideramos nuestro.

Sobretodo me gusta ese fragmento, en el que habla de la Gente. Yo también he sentido a menudo fascinación por la gente. Siempre pensé que lo bueno de viajar, más allá de ver cosas nuevas, monumentos, etc, lo bueno era ver gente diferente. Cuando he viajado y he podido entablar relación con personas de otros lugares (dentro o fuera de España) he disfrutado mucho más el sitio donde haya ido, porque, al fin y al cabo, ¿qué es una ciudad? No puede ser sólo un conjunto de edificios, plazas, campos... Si las ciudades fueran eso no tendría sentido viajar, desplazarse miles de kilómetros para verlo: Internet nos lo pone todo cerca.

Sí, ya sé que la magnitud que pueda tener una pirámide o una catarata no la trae nunca una fotografía... pero ¿qué valor tendría eso si no fueran sitios donde residen nuestros semejantes? Tengo la firme convicción de que los lugares no son solo espacios físicos, sino también emocionales: si no hubiera Gente en esos lugares, el atractivo sería diferente.

El curioso incidente del perro a medianoche

El curioso incidente del perro a medianoche "Yo creo que los números primos son como la vida. Son muy lógicos pero no hay manera de averiguar cómo funcionan, ni siquiera aunque pasaras todo el tiempo pensando en ellos. El curioso incidente del perro a medianoche. Mark Haddon

Pensamos que los demás ven la vida como nosotros. Que el mundo debe ser el mismo para todos. Pero leyendo este libro me daba cuenta de que realmente no es así.

Quiero decir que, cuando yo voy al metro o paseo por la calle, etc, pienso que los que me rodean ven un mundo de personas, donde se puede ir al metro o pasear por la calle.

Este libro, en cambio, habla de un chico que no puede hacer todas esas cosas sin miedo porque no es un chico normal.

De modo que, vives una aventura, contada por un chico diferente, que te hace ver que la vida puede ser otra cosa. Que la lógica podría ser el sentido común (o que, al menos, lo es para él), y que muchas veces si nos fijáramos en los detalles todo sería de otro modo.

Quizá es verdad que la vida es como los números primos.... y que deberíamos pensar menos, olvidarnos de intentar saber cómo funciona, y vivir sin miedo.