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Cosas mías

ridículo

¿De dónde vendrá la sensación de ridículo? ¿A qué responde en realidad? No lo sé. Pero está claro que cualquiera de nosotros recuerda (y seguramente de hace no demasiado tiempo) haberlo hecho alguna vez. Creo que es algo bastante humano... pero no sé a qué viene... Lo que sí sé es que es una de las sensaciones negativas que más rabia me da.

Ayer (sin ir más lejos) pasé uno de los ridículos más espantosos de mi vida. Y lo peor de todo es que, como suele ocurrir, sólo me di cuenta yo. Y creo que eso es lo peor dentro de lo más malo...

No es suficiente con pasar un mal rato, ¡no! ¡Además es necesario que te des cuenta de que es un mal rato absolutamente innecesario, porque el motivo por el cual tu te sientes ridículo sólo lo sabes tu! ¿Habrá algo peor?

Porque uno debe pensar: "¡Sí!: claro que hay algo peor: ¡Cuando haces el ridículo y los demás también se dan cuenta!" (Del estilo de cuando te caes en un sitio público, o algo así)...

Pero yo creo que no. Yo me siento peor cuando por un motivo o por otro hago algo que, de pronto, pienso que me está dejando en un mal lugar, que siento o hago algo que no debería, y me pongo roja hasta la médula, y no sé cómo reaccionar, y balbuceo, y me siento como una cría... Y miro a mi alrededor y los demás no se dan cuenta, porque todo ese mal rato sólo existe en mi cabeza....

Empiezo a pensar que los seres humanos tenemos algo de masoquistas... ¡y de ridículos!

cine de autor

cine de autor

Acabo de ver una de esas películas que me recuerdan por qué me gusta tanto el llamado cine de autor... No sé, y creo que nunca entenderé, qué genio ilumina a los que crean en dos horas escasas un relato capaz de llenar el corazón y los sentidos con una historia rica y llena de sentimientos. Son capaces de meter una vida entera en esos pocos minutos, cuando muchos de nosotros a menudo nos vemos incapaces de llenar de algo con sentido el tiempo de una vida entera...

En cualquier caso, como decía el torero: "¡tiene que haber gente pa’ tó’!"... gente que disfrute haciendo películas, y otros que nos limitemos a disfrutar de su obra, como de tantas otras obras que produce el arte.

P.D. En este caso, la película era "Las invasiones bárbaras", de Denys Arcand.

martes 13

martes 13 "El corazón del hombre necesita creer algo y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer."

Mariano J. de Larra

Martes y 13... ¡cuánto mito contiene esa fecha...!

Es curiosa la facilidad que tenemos los humanos en desprendernos de la responsabilidad de nuestro futuro o nuestro pasado siempre que podemos: Si nos pasa algo realmente bueno o realmente malo, decidimos que es a causa de la Suerte.

Si pensamos en algo muy bueno que nos pase, seguramente no nos creemos capaces de generarlo nosotros solos. Debe ser que tenemos una tendencia pesimista que nos hace creer que las cosas buenas de la vida no nos las hemos ganado y que, por tanto, deben ser cosa de la Buena Suerte.

Por otro lado, si nos pasa algo realmente malo, estamos seguros (esta vez sin duda alguna) de que no somos merecedores de tal pesar, y, por tanto, debemos encontrar algún culpable que esté fuera de nosotros... y ¿quién mejor que la Mala Suerte?

Seamos más o menos creyentes, la cuestión es que siempre está ese personaje ficticio, responsable de nuestras alegrías y nuestras penas, para echarle la culpa. Seguramente porque nos sabemos finitos, limitados, y necesitamos de algún modo creer que no todo depende de nuestra triste finitud: es mucho más interesante creer que hay infinidad de cosas que no dependen de nosotros.

Mi teoría (quizá por optimismo vital) es que primero fue la Buena. Uno confiaba en que el futuro le deparase grandes cosas, y se confiaba a la Buena Suerte para que se las trajera. Así tenía ilusión para que todas esas grandes esperanzas se cumplieran, cual fuera su situación personal o la predisposición que tuviera para conseguir que ese futuro fuera positivo a costa de su esfuerzo personal.

Pero, si en alguna ocasión no se cumplió, y su futuro fue más negro de lo esperado, lo lógico era irse al polo opuesto, buscar allí un responsable de sus desdichas... ¡y allí estaba ella, la Mala Suerte!!

Y por supuesto, contando con lo fetichistas que somos todos (unos más que otros, pero en el fondo todos en alguna medida), necesitábamos que eso se encarnara en alguna situación, cosa o fecha... y así aparecieron los gatos negros, las temidas escaleras, los números malditos (13) o los benditos (7)...

Bueno, pues si es así, y hay alguna cosa divina que cifre lo que será de nosotros... si no es una vana esperanza de nuestro corazón para creer en algo... que sea verdad y que, descontado este día y algún otro que podamos encontrarnos en el año (viernes 13, etc), a ver si se cumple y este año, acabado en el mágico 7, nos trae suerte a todos.. ¡¡pero de la buena!!

P. D. Esto lo escribí el Martes 13... pero Blogia no funcionaba (tuvo un problema con el servidor) y hasta ahora no lo he podido colgar. Debe haber sido cosa.... de suerte (mala)....

despedida

despedida

Hace unos días murió mi abuela.

Tenía 91 años y (últimamente) muchos achaques... pero uno nunca acaba de estar preparado para esto, aunque se lo vea venir...

Además, cuando alguien querido nos deja, siempre nos da por pensar en todos los demás que se fueron antes. Y eso le añade un punto más de amargura al momento ya triste de la pérdida.

De mi abuela, sobretodo me queda el recuerdo de la última vez que la vi. Fue casi por casualidad. Fui a verla a Orihuela de paso hacia otro lugar. Y nunca me alegraré tanto de haberlo hecho.

La verdad es que aquel día pasamos un buen rato. Me contó historias de cuando era joven, de ella, de mi abuelo... no recuerdo haber estado así con ella nunca. Siempre había más gente alrededor, familia, etc. Fue la única vez que he estado "a solas" con ella.

Pero tampoco olvidaré el fin de semana que hemos pasado despidiéndola. Es grato ver cuando alguien se va y tanta gente viene a despedirla. Cierto es que algunos venían por que conocían a la familia y no a ella... pero, ¿quién dice entonces que no la conocían? Al fin y al cabo, la mitad de la gran familia que somos nosotros depende de ella, como muchos recordaron entonces. Toda la familia de mi madre existió porque ella estaba. Y toda la familia que se ha creado a partir de esa genealogía también le debe a ella su existencia.

Quizá nunca pensamos lo suficiente en lo importantes que somos en esa cadena: Uno hace su familia por una cierta costumbre, porque es lo que toca con la edad: uno se casa, tiene hijos... pero puede que no nos planteemos (al menos yo no lo hacía) que hay un montón de gente y un montón de cosas que tendrán existencia a través de esa unión.

La unión de mi abuela y mi abuelo creó a mucha gente que fuimos a despedirnos de ella el lunes. Y, si realmente tienen razón los que creen y ella estaba en algún sitio observando, seguro que se sintió feliz.

Fue un fin de semana emotivo, de besos y abrazos, de llantos pero también de alegrías. Los sentimientos a flor de piel y los recuerdos flotando por todo el ambiente. Cada uno de nosotros teníamos algún recuerdo que contar: los más mayores, recuerdos de cuando ella era más joven; los más jóvenes, de una abuela que siempre estuvo ahí y que no quisimos plantearnos nunca un futuro sin ella.

Algunos tuvimos la suerte de poder hablar con ella el mismo día de su marcha. Tenía los ojos muy abiertos, y tan efusivos que parecía que expresaban una tranquilidad que nadie tenía en ese momento... Ojos de niña, sin miedo, con alegría de vernos a todos rodeando su cama. Sin poder hablar a causa de los ahogos y la mascarilla de oxígeno, pero no pudiendo dejar de intentarlo, nos preguntó por cómo nos iba, cada uno le contó su parte y se alegró de que nos fuera todo bien... Sonreía a cada respuesta nuestra, nuestras novedades y nuestro porvenir allí, ante una ausencia clara de futuro.

Y nosotros, a cambio, llorábamos de ver que ese mañana ya lo haríamos sin su compañía.

Es ley de vida. Lo sabemos. Pero eso no nos quita la tristeza... quizá la atenúa, pero no se la lleva.

gente

gente

Fin de año... ¡qué época más extraña!

En general, las Navidades siempre me han sido un tanto ajenas... bueno, creo que ese "siempre" va desde que dejé de creer en los reyes magos, hasta que hemos empezado a compartir las Navidades con las sobrinas, que aún creen en la magia... creo que eso me ha hecho recuperar el gusto por creer que todo es posible. Pero, esa es otra historia.

La cuestión es que ayer, compartiendo una cena con unas amigas, me di cuenta, tras varios mensajes de móvil, de algo extraño: Yo siempre había dividido a las personas que conocía en dos categorías: amigos y conocidos... pero desde ayer empiezo a plantearme que debe haber otra categoría intermedia. Porque yo siempre he dicho (supongo que como todo el mundo) que los amigos se cuentan con los dedos de una mano... o quizá con los de las dos (si uno es afortunado), pero no mucho más. Y pensaba que el resto eran conocidos: personas que encuentras en la vida, que conoces pero no mucho.

Sin embargo, ayer caí en la cuenta de que muchas de las personas que me mandaban sus buenos augurios para el 2007 no las puedo considerar amigos, pero tampoco son simples conocidos... son gente que me aprecia (lo cual, también debo decirlo, me hizo muy feliz ayer), pero que nunca he tenido ocasión de conocer realmente. Personas que he conocido en el trabajo, o a través de otras personas conocidas, gente con quien quizá no he compartido demasiadas cosas y que por ello no han llegado a ser "amigos", pero que me desean buenas cosas para el año que viene, y eso significa que son algo más que conocidos en mi vida.

Si, también tengo en cuenta la afición que estamos cogiendo de hacer cadenas, que en Navidad pasa del simple fordward para convertirse en sms... pero hay que tener algo en cuenta: ya los mails tan criticados (también por mí) de las cadenas famosas, tienen algo que habría de valorarse, y es que es el modo que la gente ha encontrado para decirse unos a otros que se acuerdan de ellos, que aunque no compartamos nuestras ajetreadas vidas con todos los que quisiéramos, estamos ahí unos para otros. Y eso no me parece tan desdeñable como a menudo nos pueda parecer.

Pero, cuando se trata de un sms, se vuelve incluso más personal. Sí, de acuerdo, no deja de ser una cadena en la que uno recibe un mensaje que le gusta y lo reenvía a decenas de personas... pero... ayer decidí que no se le podía quitar todo el valor por ello... hemos encontrado una forma extraña de dar un abrazo a alguien que está lejos... y, aunque ese abrazo no siempre sea sincero, no podemos meter a todos en el mismo saco, ¿no?

Comienzos...

Comienzos...

"Tal vez la razón de que tengamos calendarios y marquemos la vida en años, radique en que el propio ciclo brinda esperanza. Necesitamos comienzos frescos y nuevas oportunidades, y saber también que todavía disponemos de puntos de partida, a pesar de haber desperdiciado unos cuantos. El reloj anual puede empezar a funcionar en cualquier momento de los doce meses.             Loudon Wainwright

 

Más que en fin de año, yo empiezo el año en Septiembre. Demasiado tiempo de estudiante como para cambiar los hábitos ahora. En septiembre es cuando me planteo planes de futuro, cambios, etc. Sin embargo, coincido con Wainwright en eso de que cualquier momento es bueno para volver a empezar, para hacer acopio de esperanza y cambiar de rumbo esperando mejores vientos.

Además, estoy en un momento de mi vida en que necesito comienzos nuevos y dejar atrás demasiadas cosas. Y un Fin de Año siempre ayuda a eso.

De modo que:

Feliz Año Nuevo y que traiga con él Esperanza para todos.

El beso... la cara y la cruz

El beso... la cara y la cruz

Hoy he descubierto que es el aniversario del nacimiento de Munch, y, como mi cerebro tiene estos recovecos, he recordado otro cuadro (no el del grito, que es evidente que me encanta y me impresiona), sino el del beso… y de ahí, no me preguntéis por qué, se me ha ocurrido pensar en la cara y la cruz del amor…

El amor es algo harto complicado: Tengo la sensación de que cuando queremos a alguien pensamos que sólo por el hecho de que eso es lo que sentimos no puede ser que le hagamos daño, y por consiguiente somos más crueles todavía.

Estos días hablaba con una persona a quien quise mucho en una época que ahora me parece estar instalada en la prehistoria… y me daba cuenta de que el amor, además de ser ciego, debe ser sordo… porque no nos permite escuchar lo que el otro nos dice, y cómo nos grita que seamos más cuidadosos.

Claro: cuando estamos enamorados todo nos parece de color de rosa… mientras dura esa sensación pensamos que el otro es lo mejor que nos ha pasado en la vida e intentamos esforzarnos todo lo posible por ser las mejores personas de la faz de la tierra. De pronto, nos convertimos en los super-héroes de la felicidad y la vamos derramando por allí por donde pasamos.

Pero, en cuanto empezamos a poner de nuevo los pies en el suelo, vamos dejando de hacer esfuerzos y eso lo vamos cambiando por una sensación de "al fin y al cabo, debería quererme como soy… así que… ¿para qué hacer esfuerzos?" Y nos dejamos por el camino el ver que, ¡claro que le gustamos como somos!, pero… ¿no sería mejor hacérselo un poco más fácil?

Pensamos que el amor durará toda la eternidad… ¡Y ojalá fuera así! Conozco parejas (lamentablemente son pocas) que parece que se hayan querido desde tiempo antes de nacer y que, muchas generaciones después de ellos, seguirán queriéndose…. (por cierto, si alguno de ellos lee esto, le doy mi más sincera enhorabuena… sois mis héroes, ¡de verdad!).

Pero lo peor viene cuando ese amor, del que nosotros habíamos pensado que duraría toda la vida, empieza a desvanecerse … Cuando dejamos de querernos, esa sensación de "debería quererme tal como soy" pasa a ser "si antes me querías tal como soy, ahora acepta que no voy a cambiar"… y, no es que hagamos esfuerzos por hacerle la vida imposible (en el mejor de los casos), sino que, simplemente, no tenemos reparos en mostrar nuestro lado más crudo.

No sé, igual sólo me ocurre a mí, pero tengo la sensación de que en las rupturas, cuando son traumáticas, nos dejamos algo importante…

Y eso es lo que siento hoy: la facilidad con la que el dolor provoca que podamos hacerle daño a gente a la que hemos querido (y que, por tanto, nos guste o no, seguimos queriendo).

Sueños

Sueños

¿Alguien sabe realmente para qué sirven los sueños?

Cierto es que los expertos desde hace muchos años analizan esa pregunta a la que han contestado con mil teorías... pero nadie parece conocer realmente la respuesta.

Esta noche, yo he tenido, más que un sueño, una pesadilla. De esas horribles y angustiantes. Lo que recuerdo con más claridad es que me he despertado llorando como una niña. Y, claro, cuando te pasa algo así, no tienes más que plantearte qué función pueden tener en la vida de uno esas películas que nos montamos mientras dormimos.

Yo, de adolescente, había leído alguno de esos libros de interpretación de los sueños. Pero creo que me daban más miedo esos libros que mis propias ensoñaciones. Todo parecía oscuro y terrible en ese tipo de lecturas. Siempre parecían esconder misterios extraños, de modo que supongo que un día me olvidé de preguntarme por su sentido.

Pero, en el fondo, siempre me ha intrigado. Cierto es que hay noches que por si solas ya tienen su explicación: noches de intranquilidad, o de tristeza, o de cualquier otro sentimiento negativo, que pueden provocar por sí solas un sueño extraño. Pero, el resto de noches, ¿qué pasa por ahí arriba?

Yo a veces imagino que vivimos dos vidas, una de día y la otra dándole la vuelta, como si soñáramos lo que creemos que vivimos. Supongo que no es original porque me resulta una idea bastante tópica. Pero... ¿el hombre es lo que es porque sueña? ¿Si no soñáramos de noche, sabríamos hacerlo de día?

Puede que nuestro cerebro necesite desconectar de sí mismo, y sea él el que se inventa todo eso por una simple urgencia por escapar de sí mismo. El cerebro, que siempre se ve tan serio y racional, necesita una aventura de vez en cuando, y se monta historias fantásticas, que le alejen de su normalidad y su realidad, para poder vivir otras vidas. Ya lo dijo Éluard: "Hay otros mundos, pero están en éste". Y quizá, como algún precio tenía que pagar, algunas veces le sale una historia rebelde que toma las riendas de su propia narrativa y se vuelve una película de miedo que atormenta a nuestro pobre cerebro... tanto que se despierta aterrado y, para no quedarse sólo con ese dolor, lo comparte con nosotros, con nuestra conciencia...

Sea como fuere, "la vida es sueño, y los sueños sueños son".

volver...

volver...

Es curioso la importancia que tiene el lugar donde vives.

Cuando me fui de Mataró, pensaba que eso no tenía relevancia. Uno es de donde está a gusto, pensaba... y, ciertamente, podía crear un mundo nuevo en una ciudad diferente; no tenía que vivir siempre en el mismo lugar.

Al fin y al cabo, estamos en la "aldea global", donde el mundo se nos queda pequeño a todas luces...

Sin embargo, con el tiempo me he dado cuenta de la importancia que tiene para mi vivir en un sitio reconocible como un hogar. Salir a la calle y sentir que esas calles te pertenecen, que la ciudad te acoge.

Sé que buena parte de eso es un sentimiento subjetivo y que, si uno no lo lleva dentro, nunca se sentirá parte de nada. Pero hay otro ingrediente que yo desconocía y del que estoy aprendiendo a disfrutar desde hace bien poco.

Es cierto: Mataró no es la mejor ciudad del mundo, ni mi barrio el más glamuroso... pero son "míos".

También es cierto que a muchos de los que les he dicho que vuelvo deben pensar que estoy loca, cuando lo que ellos quisieran es huir bien lejos... pero ya he comentado que es un aspecto subjetivo que uno debe conocer y valorar (y que no siempre se tiene). De hecho, a mí misma cuando dije de irme, nadie me habría convencido de que buscara algo en mi ciudad natal.

Con el tiempo me doy cuenta de que, aunque uno quiera marcharse lejos de sus problemas y sus pasados, éstos vuelven. Y alejarse nunca es un buen remedio para mejorar. Puede que la mejor manera de enfrentarse al pasado es esa: volver, mirarlo a la cara y decirle que ya no está, que ahora nos preocupa el presente, y que el pasado, por mucho que nos atemorice o que nos amedrente, ya no va a volver. Y que lo que tenemos que hacer es esforzarnos por hacer que nuestro futuro se aleje en lo más posible de ese pasado que nos asusta. Hacer que el futuro sea aquel jardín que todos deseamos. Y darnos cuenta de que el futuro tampoco es, ni será nada. Hoy debemos hacer algo para que mañana nos guste.

Y yo ya he puesto la primera piedra: vuelvo a Mataró. A la ciudad que me vio nacer, que vio cómo me convertía en una adolescente insegura que luchaba por conseguir hacerse un lugar en el mundo... ciudad que vio como me iba hacia otro lugar sin reprocharme nada, sabiendo que necesitaba mi espacio para desarrollarme y crecer, para alejarme de aquella adolescente y crearme un "yo" a la medida de mí misma.

Puede que ahora no me asuste tanto volver porque realmente me he hecho la persona que siempre quise ser. Con mis defectos, claro, ¡como todo el mundo!, pero esa persona, al fin, que me gusta más de la que era cuando me fui.

Vuelvo renovada, con energías nuevas y grandes esperanzas de hacer de Mataró, por fin, mi ciudad, mi patria y mi lugar... de encontrar ese hueco que me pertenece en el mundo y que nunca tuve fuerzas para reivindicar. Ese hueco donde sé que me espera mi felicidad.

la piedra

la piedra

Bueno, ya sabéis cuál es el mito de Sísifo... se pasará la eternidad levantando por una montaña una piedra que caerá por la otra ladera....

¿No pensáis que eso es bien parecido a la vida? Eso decía Albert Camús en su obra "El mito de Sísifo".